Rosario de la Aurora

Jubileo Circulante 2023

Fechas y horarios

Sábado 29 abril de 08.00 a 13.00 horas

Domingo 30 de abril de 08.00 a 13.30 horas

Lunes 01 de mayo de 08.00 a 13.30 horas

Lugar

Parroquia Santísimo Redentor, Freire 1746, San Bernardo, Santiago

 

El fin principal del Jubileo Circulante es “impetrar para la Iglesia la abundancia de las Divinas Misericordias y apartar de ella y de la sociedad los castigos que merecen los pecados de los hombres”

Por lo cual, les ofreceremos devociones que servirán de ayuda para aprovechar de mejor manera, estos momentos de oración ante el Rey de Reyes, nuestro Señor Sacramentado, y así impetrar de su omnipotencia todas las gracias necesarias para nuestra propia santificación, la conversión de los pecadores, la unión de nuestras familias en su Divino Corazón, la exaltación de la Santa Madre Iglesia y las intenciones del Romano Pontífice.

Rogamos tener presente que si usted está solo durante la adoración, espere que llegue otra persona antes de retirarse del lugar. Nunca deje solo al Santísimo Sacramento, ya que queda expuesto a la profanación.

 

 

¡Viva Jesús Sacramentado!

 

 

 

 

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ORACIÓN PARA COMENZAR EL SANTO JUBILEO

“Alabanzas y acciones de gracias sean dadas en todo momento al Santísimo y Divinísimo Sacramento. Y bendita sea la Santa, Inmaculada y Purísima Concepción de la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios.”

Señor mío Jesucristo, Hijo de Dios vivo; aquí vengo, en compañía de la Santísima Virgen, Ángeles y santos del cielo y justos de la tierra, a visitaros y adoraros en esa Hostia consagrada, donde creo firmísimamente que estáis tan presente, poderoso y glorioso como estáis en el Cielo; y por vuestros méritos espero alcanzar la gloria eterna, siguiendo yo en todo vuestras divinas inspiraciones: y en agradecimiento a vuestro infinito amor quiero amaros con todo mi corazón y alma, potencias y sentidos.

Os suplico, Salvador de mi alma, por la Sangre preciosa que derramasteis en vuestra circuncisión y en vuestra santísima Pasión, que ejercitéis conmigo este oficio de Salvador, dándome, por la intercesión de vuestra santísima Madre, los dones de la oración y devoción, junto con la perseverancia final, para que al acabar esta vida me guieis a la eterna que gozáis en el Cielo. Amén.

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ORACIONES PARA GANAR LAS SANTAS INDULGENCIAS

Para ganar la Indulgencia Parcial

Rezar ante el Santísimo Sacramento:

Un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria Patri, seguido de la Jaculatoria:

“Alabado y adorado sea el Santísimo Sacramento del Altar’’; “Sea por siempre bendito y alabado”.

(Esto se repite cinco veces en reverencia y adoración a las Cinco Santas y Gloriosas Llagas Redentoras de Cristo)

Un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria Patri por las intenciones del Santo Padre.

Para poder ganar la Indulgencia Plenaria

Se reza lo anterior agregando la Confesión y Comunión el mismo día o dentro de los ocho días siguientes. Es muy recomendable que la Comunión la reciba el mismo día de la visita al Santísimo y solicitud de la indulgencia.

OFRECIMIENTO DEL JUBILEO

Oh Señor, que en ese admirable Sacramento nos dejasteis la memoria de vuestra pasión; dadme gracia para a-dorar en él vuestro Cuerpo y Sangre, y concededme las indulgencias que están concedidas, por lo que os pido me concedáis la salud y felicidad del Sumo Pontífice, de nuestro Obispo diocesano y por todos los gobernantes de la nación. También os ruego, Dios mío, por el descanso eterno de las benditas almas; y finalmente os suplico me deis gracia para no apartarme jamás del camino de salvación, a  fin de que después de esta miserable vida os pueda ver y gozar eternamente en la bienaventuranza de la gloria. Amen.

 

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ACTO DE DESAGRAVIO AL SANTÍSIMO SACRAMENTO (Pío XI)

¡Oh dulcísimo Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no ha recibido en pago, de los ingratos, más que olvido, negligencia y menosprecio! Vednos postrados ante vuestro altar, para reparar, con especiales homenajes de honor, la frialdad indigna de los hombres y las injurias con que, en todas partes, hieren vuestro amantísimo Corazón.

Mas recordando que también nosotros alguna vez nos manchamos con tal indignidad de la cual nos dolemos ahora vivamente, deseamos, ante todo, obtener para nuestras almas vuestra divina misericordia, dispuestos a reparar, con voluntaria expiación, no sólo nuestros propios pecados, sino también los de aquellos que, alejados del camino de la salvación y obstinados en su infidelidad, o no quieren seguiros como a Pastor y Guía, o, conculcando las promesas del Bautismo, han sacudido el suavísimo yugo de vuestra ley.

Nosotros queremos expiar tan abominables pecados, especialmente la inmodestia y la deshonestidad de la vida y de los vestidos, las innumerables asechanzas tendidas contra las almas inocentes, la profanación de los días festivos, las execrables injurias proferidas contra vos y contra vuestros Santos, los insultos dirigidos a vuestro Vicario y al Orden Sacerdotal, las negligencias y horribles sacrilegios con que es profanado el mismo Sacramento del amor y, en fin, los públicos pecados de las naciones que oponen resistencia a los derechos y al magisterio de la Iglesia por vos fundada.

¡Ojalá que nos fuese dado lavar tantos crímenes con nuestra propia sangre! Mas, entretanto, como reparación del honor divino conculcado, uniéndola con la expiación de la Virgen vuestra Madre, de los Santos y de las almas buenas, os ofrecemos la satisfacción que vos mismo ofrecisteis un día sobre la cruz al Eterno Padre y que diariamente se renueva en nuestros 

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altares, prometiendo de todo corazón que, en cuanto nos sea posible y mediante el auxilio de vuestra gracia, repararemos los pecados propios y ajenos y la indiferencia de las almas hacia vuestro amor, oponiendo la firmeza en la fe, la inocencia de la vida y la observancia perfecta de la ley evangélica, sobre todo de la caridad, mientras nos esforzamos además por impedir que seáis injuriado y por atraer a cuantos podamos para que vayan en vuestro seguimiento.

¡Oh benignísimo Jesús! Por intercesión de la Santísima Virgen María Reparadora, os suplicamos que recibáis este voluntario acto de reparación; concedednos que seamos fieles a vuestros mandatos y a vuestro servicio hasta la muerte y otorgadnos el don de la perseverancia, con el cual lleguemos felizmente a la gloria, donde, en unión del Padre y del Espíritu Santo, vivís y reináis, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.

 

 

 

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QUINCE MINUTOS EN COMPAÑÍA DE JESÚS SACRAMENTADO

No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme mucho; basta que me ames con fervor. Háblame, pues, aquí sencillamente, como hablarías a tu madre, a tu hermano.

¿Necesitas hacerme en favor de alguien una súplica cualquiera?

Dime su nombre, bien sea el de tus padres o hijos, bien el de tus hermanos y amigos; dime enseguida qué quisieras que hiciese actualmente por ellos. Pide mucho, mucho, no vaciles en pedir; me gustan los corazones generosos que llegan a olvidarse en cierto modo de sí mismos, para atender a las necesidades ajenas. 

Háblame así, con sencillez, de los pobres a quienes quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves padecer, de los extraviados que anhelas volver al buen camino, de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado. Dime por todos una palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón; y ¿no ha de salir del corazón el ruego que me dirijas por aquellos que tu corazón especialmente ama?

Y para ti, ¿necesitas alguna gracia?

Hazme, si quieres, como una lista de tus necesidades, y ven, léela en mi presencia. Dime francamente que sientes soberbia, amor a la sensualidad, envidia; que eres tal vez egoísta, inconstante, negligente, perezoso…o tal vez juzgas muy fácilmente a los demás o hablas sin caridad de ellos; y pídeme luego que venga en ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos, que haces para quitar de ti tales males.

No te avergüences, ¡pobre alma! ¡En el cielo hay tantos justos, tantos Santos de primer orden, que en su momento tuvieron esos mismos defectos! Pero rogaron con humildad; y poco a poco se vieron libres de ellos. Menos aún vaciles en pedirme bienes espirituales y corporales: salud, memoria, amor, amistades que te sean provechosas, paciencia, alegría, éxito en tus trabajos, negocios o estudios; todo eso puedo darte, y lo doy libremente, y deseo que me lo pidas, siempre y cuando no se oponga, antes bien favorezca y ayude a tu santificación.

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Hoy por hoy, ¿qué necesitas?

¿Qué puedo hacer por ti? ¡Si supieras cuántos deseos tengo de favorecerte! ¿Traes ahora mismo entre manos algún proyecto? Cuéntamelo todo minuciosamente. Quiero saberlo de ti. ¿Qué te preocupa? ¿Qué piensas? ¿Qué deseas? ¿Hay algo que quieres que haga por tu hermano, por un amigo, por tu superior? ¿Qué desearías poder hacer tú por ellos?

¿Y por Mí?

¿No sientes deseos de mi gloria? ¿No quisieras poder hacer algún bien a tus prójimos, a tus amigos, a quienes amas mucho, y que viven quizás olvidados de Mí? Dime qué cosa llama hoy particularmente tu atención, qué anhelas más vivamente, y con qué medios cuentas para conseguirlo. Dime si te sale mal tu empresa, y yo te diré las causas del mal éxito. ¿No quisieras que me interesase algo en tu favor? Hijo mío, soy dueño de los corazones, y dulcemente los llevo, sin perjuicio de su libertad, a donde me place.

¿Sientes acaso tristeza o mal humor?

Cuéntame todo, pobre alma desconsolada, tus tristezas con todos sus pormenores. ¿Quién te hirió? ¿Quién lastimó tu amor propio? ¿Quién te ha despreciado? Acércate a mi Corazón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas las heridas del tuyo. Dame cuenta de todo, y acabarás en breve por decirme que, a semejanza de Mí, todo lo perdonas, todo lo olvidas, y en pago recibirás mi consoladora bendición.

¿Temes por ventura?

¿Sientes en tu alma vagas melancolías, que no por ser infundadas dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi providencia. Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo oigo, ni un momento te desamparo.

¿Sientes desvío de parte de personas que antes te quisieron bien, y ahora olvidadas se alejan de ti sin que les hayas dado un motivo? Ruega por ellas, y yo las volveré a tu lado, si no han de ser obstáculos a tu santificación.

¿Y no tienes tal vez alegría alguna que comunicarme?

¿Por qué no me haces partícipe de ella como a un buen amigo? Cuéntame lo que desde ayer, desde la última visita que me hiciste, ha consolado y hecho como sonreír tu corazón. Quizá has tenido una agradable sorpresa, quizás has visto disiparse algún temor o recelo, quizás has recibido buenas noticias, alguna carta o muestra de cariño. Tal vez has vencido alguna dificultad o salido de algún lance apurado. Obra mía es todo eso, y yo te lo he proporcionado. ¿Por qué no has de manifestarme por ello tu gratitud, y decirme sencillamente, como un hijo a su padre: « ¡Gracias, Padre mío, gracias! » El agradecimiento trae consigo nuevos beneficios, porque al bienhechor le gusta verse correspondido.

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¿Tienes promesa alguna para hacerme?

Leo, ya lo sabes, en el fondo de tu corazón. A los hombres se les engaña fácilmente; pero a Dios, no. Háblame, pues, con toda sinceridad. ¿Tienes firme resolución de no exponerte ya más a aquella ocasión de pecado? ¿De privarte de aquel objeto que te dañó? ¿De no leer más aquel libro que exaltó tu imaginación? ¿De no tratar más aquella persona que turbó la paz de tu alma?

¿Volverás a ser dulce, amable y condescendiente con aquella otra a quien, por haberte faltado, has mirado hasta hoy como un enemigo?

Ahora bien, hijo mío; vuelve a tus ocupaciones habituales, al taller, a la familia, al estudio; pero no olvides los quince minutos de grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad del santuario. Guarda, en cuanto puedas, silencio, modestia, recogimiento, resignación, caridad con el prójimo. Ama a mi Madre, que también lo es tuya, la Virgen Santísima, y vuelve otra vez mañana con el corazón más amoroso, más entregado a mi servicio. En mi Corazón encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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