Depusieron al Señor de la Cruz en los brazos de la Señora.
Virgen Señora, por la pena que afligió vuestra alma cuando visteis en vuestros brazos el sagrado cadáver ensangrentado de vuestro Hijo: dadme una viva compasión de sus tormentos.
Fue el Señor sepultado, acompañándole su Santísima Madre.
Suplico os, Virgen Santísima, que, así como sepultasteis a vuestro Hijo en su sepulcro de piedra: hagáis de esta piedra de mi corazón, sepulcro en que depositáis a mi Señor.
Retirose la Señora al cenáculo a sentir la ausencia y pérdida de su Hijo.
Oh Dolorosísima Madre, por la inexplicable pena que tuvisteis en la falta de vuestro Hijo: dadme un vivo sentimiento de tantas veces como lo he perdido.